lunes, 22 de junio de 2009

Un paseo por la historia con....... Miguel Ortiz



Miguel ortiz gimilioFerretería Ortiz
Empresario hecho a sí mismo, Miguel Ortiz inicia su andadura en el mundo de la ferretería en Chile, donde pronto despunta como un gran profesional. A su regreso a España, funda la ferretería que lleva su nombre y que ahora regentan tres de sus hijos.


“El secreto está en trabajar mucho, contar con
una gran familia y vivir de manera sobria”


Queda clara desde el primer contacto con Miguel Ortiz la importancia que para él representa su familia, en especial, su mujer Mª Loli, quien siempre le ha apoyado en todas sus iniciativas empresariales y quien también lleva la ferretería en la sangre (su padre era el dueño de una de las más importantes de Chile). Nacido en 1934 en una pequeña población de Burgos, Miguel Ortiz es el mayor de cinco hijos. Sus padres pronto se trasladan a Chile, país donde permanece la familia hasta 1948, año en el que regresan para instalarse en La Rioja. Aquí Miguel comienza estudios de Comercio, pero cuando finaliza resulta muy difícil conseguir empleo. Por eso, sus padres deciden que vuelva a Chile, donde a los tres meses empieza a trabajar en la ferretería de un asturiano, en la localidad de Rancagua, importante enclave por sus minas de cobre. “Era una ferretería pequeña, dedicada sobre todo a menaje. Pero después de un año en ella vino a pretender mis servicios una de las ferreterías más grandes de la zona: Ferretería El Candado. Allí estuve muy a gusto dos años, pero quería prosperar, así que se me presentó la oportunidad de comprar una ferretería cerca de Rancagua”. En esta época es cuando conoce a la que es su mujer desde hace más de 50 años, también hija de españoles. Y precisamente para casarse con ella y ofrecerle un buen porvenir es por lo que decide independizarse. “Cuando les expuse a mis jefes mis planes, insistieron para que me quedara y me ofrecieron casi el triple de lo que ganaba hasta entonces. Pero les dije que la única manera de quedarme era como socio industrial y aceptaron”. Por fin pudieron Miguel y Mª Loli casarse y en Chile nacieron tres de sus cuatro hijos: Juan Antonio (el único que no se ha dedicado a la ferretería, ya que es arquitecto), Miguel Andrés (actual gerente del negocio) y José Ignacio (responsable de las compras). Begoña ya llegaría en España. Después del nacimiento de sus tres hijos, Miguel piensa en el futuro que le depara trabajar con tres socios, personas ya muy acomodadas y sin ganas de prosperar. Por eso, vuelve a pensar en independizarse. Mientras tanto, la madre de su mujer, ya viuda, realiza un viaje por España, donde toma contacto con los cubanos exiliados y sus problema con la dictadura de Fidel Castro. Por eso, al regresar a Chile insiste para que la familia vuelva de nuevo a España. “Yo dejé esta decisión en manos de Mª Loli, porque ella tenía su familia y amigos allí”. “El día que dije que sí" comenta Mª Loli, “Miguel se puso manos a la obra y vendió todas las propiedades de un día para otro“. Esta gran capacidad resolutiva es algo que caracteriza toda la vida de Miguel Ortiz. Igual que su afán de mejora y progreso, “pero siempre sin envidiar a los demás”. A su regreso a España decidieron asentarse en Madrid, porque “fue amor a primera vista”. En apenas una semana desde su llegada, compran un piso en una zona nueva de la capital que entonces se estaba construyendo y el local de la calle Narváez, donde Miguel rápidamente organiza la ferretería. Corre el año 1964 y en febrero de 1965 se inaugura oficialmente la tienda, que cuenta con el propio Miguel, con un encargado (ya jubilado) y dos empleados. “José Luis, el encargado, era un profesional extraordinario.
Después de comer en diez minutos, íbamos él y yo a visitar a tres o cuatro profesionales y regresábamos justo a tiempo para volver a abrir la tienda a las 16.30 horas. Fueron años muy duros de trabajo, pero al mismo tiempo, maravillosos”. Desde un principio, Miguel orienta su negocio hacia el herraje. “Hemos sido pioneros en la innovación en ferretería. Al principio, no hacíamos publicidad,lo mejor era el boca a boca de los clientes y, sobre todo, de los propios ferreteros que, cuando les pedían cosas especiales, les aconsejaban que vinieran a Narváez. Siempre quise tener mucha mercancía almacenada, por eso la gente sabía que aquí podía encontrar los productos”.
Cinco años después, el local contiguo, una perfumería, se pone en venta y Miguel llega rápidamente a un acuerdo con el propietario. “En una noche tiramos el tabique que separaba las dos tiendas, lo arreglamos todo en seguida y el resultado es el establecimiento actual, con 600 m²”. Ferretería Ortiz se sigue expandiendo con la adquisición de un bajo en la calle Ibiza, con vistas al futuro, “por si alguno de nuestros hijos decidía continuar con el negocio, pero eso sí, siempre con su carrera terminada”. Miguel Andrés pronto se incorpora a la ferretería, empezando en el mostrador.Mientras tanto, y tras conseguir la recalificación del bajo de Ibiza a almacén, comprar un garaje en la calle Menorca. “Nos dimos cuenta de las dificultades que tenían otras ferreterías del centro de Madrid con el tema del aparcamiento. Así que este garaje servía tanto para nosotros como para nuestros clientes, lo que nos dio mucha tranquilidad”. Después llega la oficina técnica de proyectos y la incorporación de José Ignacio, quien tras un año en una auditoría decide trabajar con nosotros. Surge entonces la posibilidad de adquirir una nave en el polígono Cerámica, en Vallecas, donde la familia Ortiz abre un cash para profesionales. La empresa queda entonces organizada de la siguiente manera: Miguel Andrés, como gerente, José Ignacio como responsable de Compras, y Begoña, como encargada de la parte administrativa y económica. “A ella sí hubo que convencerla de que se incorporara al negocio”.

Ferretería Ortiz comienza una nueva etapa con el desarrollo en 1998 de una tienda virtual en Internet, pionera en el sector. “A pesar de que en España todavía no existe costumbre de comprar sin ver, la web sí sirve de orientación y consulta. Además, nos ha dado un prestigio inmenso”. En el año 2000 abre una tienda dedicada a seguridad y dos años más tarde, otra de interiorismo. Se plantea por esta época el problema de la logística, porque el cash se queda pequeño y descargar en la calle Ibiza representa cada vez mayores dificultades. “Decidimos buscar un local en las afueras de Madrid y encontramos uno en Leganés, con 9.000 m². En un principio, pensamos quedarnos con la mitad de la nave y alquilar la otra mitad, pero resultaba muy complicado reflejar esto en las escrituras y demás y finalmente comenzamos a madurar la idea de montar un cash" Así surge el multicentro.
De la época actual, Miguel Ortiz afirma que “es un momento muy difícil para nuestro gremio. A mis hijos les digo que no necesitan correr riesgos, que hay que asegurar, porque esto ya pasará. Debemos tratar de no entrar en números rojos, ser sensatos y tener cuidado”. “Se ha perdido la humanidad, el trato personal, la confianza con la gente y la cordialidad”.
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