miércoles, 1 de julio de 2009

Un paseo por la historia con.......Federico Mañes


Federico Mañes
Metalurgia Manufacturada

Toda una institución en Bilbao, Federico Mañes es el alma de una empresa en la que entró a trabajar con 16 años y que ahora, tras su jubilación, ha dejado en manos de sus hijos, Federico y Javier

"Las empresas están condenadas a crecer sino, desaparecen"
Trabajador incansable, Federico ha logrado a base de esfuerzo que Metalurgia Manufacturada sea una empresa reconocida en todo el país. La fundaron en 1942 un grupo de empresarios guipuzcoanos, que situaron su sede en Mondragón, pero no fue hasta 1956 (un año después de que la compañía se trasladara a Bilbao) que Federico se incorporó a la sociedad, con sólo 16 años, pero con una visión muy clara de lo que quería conseguir y cómo alcanzarlo. Tal fue así, que ya a los 24 años se convirtió en el gerente, tras lanzar un órdago sobre su antecesor, quien “era mayor y no tenía ambición, todo lo contrario que yo, que me comía el mundo”. Años después compró a esos socios el cien por cien de las acciones y se hizo con todo el control del negocio.

Natural de Zalla (localidad a 24 km de Bilbao, cuyo nombre exhibe con orgullo siempre que tiene ocasión), estudió en el colegio Marista, hasta que a los 14 años no le quedó otra salida que comenzar a trabajar en Papelera Española, empresa que subvencionaba el colegio y en la
que terminaban casi todos los alumnos. Aquí apenas aguantó un par de meses (“sólo se podía ser electricista, ajustador o papelero”), así que se apuntó a una academia en Bilbao. “Iba y venía
todos los días en tren de carbón”. Entró en Metalurgia Manufacturada en la oficina, “haciendo
lo que me mandaban: facturas, contabilidad... A los 18 años me marché a la mili, y desde Zorroza,
donde me tocó cumplir el servicio militar, preparaba las nóminas. Estuve dos años allí, pero nunca perdí el contacto con Metalurgia, ya que iba casi todos los días a la oficina”. Federico
recuerda aquellos tiempos en los que “no teníamos ni siquiera una bicicleta”, como una época
en la que existía otra ambición, porque entonces “faltaban recursos. Lo difícil no consistía en vender, sino en comprar, puesto que la demanda era mayor que la oferta”.

En 1975 se trasladó la central desde la calle Buenos Aires (donde aún continúa funcionando un
almacén de 600 m²) al barrio de Begoña, que por aquel entonces se encontraba despoblado. “Primero compramos 1.200 m². Cuando llegamos, pensé que no los íbamos a llenar nunca. Pero pronto hizo falta más espacio y adquirimos otros 800 m² más y luego otros 400 m². Ahora disponemos aproximadamente de 3.000 m² y ya estamos pensando en cambiarnos, porque
se nos ha vuelto a quedar pequeño”.


Lo primero que llama la atención cuando se entra en las oficinas de Metalurgia Manufacturada
es la cantidad de cuadros -y también alguna escultura- que atesora. Esta afición por el arte le ha llevado a reunir una interesante colección de cuadros que reparte entre su casa y la oficina. Los estilos, de lo más variado, desde pintura realista (por ejemplo, con la plaza mayor de Zalla o el puerto de Santander) hasta obras que recuerdan a Van Gogh o al surrealismo. Ese gusto por el detalle convierte las instalaciones de este almacén en un placer para los sentidos, que se ven apabullados por tal profusión de obras. La sala de juntas dispone de una artística vidriera, la sala de exposiciones incorpora un museo con herramientas para la madera de origen inglés pero usadas en España (que reposan en una mesas de madera fabricadas exclusivamente para su exhibición) y, brillando con luz propia, una magnífica puerta en acabado dorado y bronce envejecido que da acceso a un espacio donde se muestra una especial gama de manillas.



Este emprendedor, para quien crear empresa es un barco de ida y vuelta (“los barcos sólo de ida únicamente sirven para resolver la vida, pero no para forjar una empresa”), siempre
ha comprendido la necesidad de que el negocio se especializara en algo con futuro. “En
ese momento, la construcción y, en concreto, el herraje para la ventana funcionaban muy bien. Así que ese fue el camino que elegimos. Por otra parte, hasta hace unos años, éramos mayoristas, nuestros comerciales viajaban por toda España visitando, en una primera etapa a las ferreterías y luego a las carpinterías. En esa época les facilitábamos tarifas, codificábamos productos... Hasta que llegó un momento en que nos vimos obligados a rectificar. Ahora, de los 17 vendedores en plantilla, sólo uno se dedica a la ferretería, mientras que el resto se orienta hacia profesionales de la industria y la madera”.

Su visión de futuro le llevó pronto a implantar el sistema informático. “Fuimos de los primeros.
Costó muchísimo esfuerzo, porque era un trabajo de chinos clasificar cada producto, pero es que, sin esfuerzo, no se consigue nada”. Precisamente ese esfuerzo es el que se precisa para que los negocios prosperen. “Las empresas están condenadas a crecer, si no, desaparecen”. De sacrificio este vizcaíno sabe mucho, ya que durante casi toda su vida profesional ha trabajado de la mañana a la noche, sin disfrutar nunca de vacaciones.


Reconoce que los tiempos han cambiado mucho, algo que no sólo afecta a la sociedad en general, sino que también tiene su reflejo en el sector, tanto en la evolución del profesional
como en la relación entre los distribuidores y los fabricantes. “Al carpintero lo traen mártir
con la evolución de la maquinaria. El que quiere desarrollarse ha de mantenerse al día de todos los cambios. Además, también hemos visto una evolución del concepto de ventana, que hasta hace pocos años era inamovible. Igualmente ha ocurrido con los muebles y las puertas”.
En cuanto a la relación con los fabricantes, Federico asegura que “antes era más próxima
y amistosa, sobre todo, en esta zona. Lo importante eran las personas. Ahora, en cambio, se está perdiendo la cercanía con el proveedor. La relación se ha convertido en algo tenso, porque se ha difuminado el límite entre fabricante y distribuidor”.


La conversación, en la que también está presente su hijo mayor, Federico, deriva hacia el mundo de la manilla, para la que existen dos mercados, el de la decoración y el de la vivienda nueva. “En el primero prevalece el gusto del decorador, del arquitecto o del diseñador. Sin embargo, en el caso de la obra nueva el precio supone el factor decisivo. El grueso de la manilla se ha vendido hasta ahora en la nueva construcción, por lo que el precio ha bajado muchísmo en los últimos años”.


Después de haber dedicado tanto esfuerzo y sacrificio a su empresa, Federico Mañes goza ahora de una vida mucho más relajada, en la que cobran protagonismo sus dos principales aficiones: el golf y la huerta. Ésta “me cuesta algún que otro problema con mi mujer, porque me pregunta qué necesidad tengo yo de trabajar tanto. Pero para mí resulta una enorme fuente de satisfacción”.
Hospitalario por naturaleza, el día finaliza con una invitación a una magnífica comida cerca del Alto de Santo Domingo, desde donde se contemplan unas espectaculares vistas de todo Bilbao.
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