viernes, 10 de julio de 2009

Un paseo por la historia con....... José Cuevas

José Cuevas

José Cuevas es, junto a su hermano Rafael, el artífice del crecimiento de Ferretería El Metro, un negocio familiar que pronto cumplirá cien años de vida y que fundó José Muñoz Ruiz, abuelo de los actuales propietarios.


“El contacto con el público y el mostrador
son una escuela de psicología”


De apariencia tímida y reservada, José Cuevas posee un gran espíritu aventurero, que
se manifiesta en su afición por el deporte -especialmente, la natación- y su pasión por la cultura árabe -que le ha llevado a atravesar el Sáhara entre Marruecos y Argelia-. Es culto y amante de la lectura, tanto, que en su casa (ahora vacía, pero en la que se han criado seis hijos) acoge cerca de tres mil libros de temática variada, aunque sobresalen los de literatura española y, sobre todo, andalusí, “cultura muy importante que no se valora como se debe”, afirma José. Su vida se rige por dos valores, la diligencia y la constancia, a los que se añade la fuerza de voluntad, desarrollada y ejercitada a través del deporte.

Con su hablar pausado, que invita a la reflexión, va desgranando la historia de Ferretería El Metro. “En la época en que se abrió la tienda había costumbre de poner nombres muy visuales a los establecimientos, con dibujos que lograran ubicarlos sin necesidad de saber leer (debido al gran nivel de analfabetismo existente). Mi abuelo escogió el nombre de ‘El Metro’ por su modernidad, ya que el sistema métrico decimal se había impuesto como sistema universal de medición a finales del siglo XIX”. En 1939 abrió sus puertas la ferretería de la Plaza de la Constitución, de Málaga, y todavía hoy continúa recibiendo un incesante número de clientes, espléndidamente atendidos por Luz, la mujer de José. La muerte de su abuelo en 1942, estando su
madre en avanzado estado de gestación, supuso un punto de inflexión en la historia de
El Metro, al tener que encargarse de la tienda su padre, maestro por vocación que decide abandonar la docencia para continuar con el negocio familiar. A los cuatro meses del fallecimiento del fundador nace José Cuevas, segundo hijo de la familia, y cinco años después, Rafael. Ambos comienzan a trabajar en El Metro a corta edad, primero José, en 1956 y luego Rafael, en 1961. “Era un tiempo de escasez tremendo, casi no se vendía porque no había recursos económicos, pero tampoco provisiones. Hasta tal punto, que los clavos de las cajas de los embalajes se enderezaban y se vendían, a otro precio diferente que los nuevos, así como las cuerdas y las cajas. Además, con un imán se repasaba el suelo de la tienda para recoger cualquier pequeña pieza metálica que pudiera haberse caído (arandelas, tornillos, clavos...). No se desperdiciaba nada”.

Al principio, el negocio se orientó hacia la madera, herencia de su abuelo -que antes de abrir la ferretería era artesano carpintero-, y también se introdujo menaje de porcelana y aluminio, además de herramientas y puntas. Poco a poco se fue entrando de lleno en el herraje de la madera, uno de los actuales puntos fuertes de El Metro. En 1973 José y Rafael asumieron la dirección de la empresa y crearon la sociedad Muñoz Ruiz, S.A., en la que ambos hermanos asumieron diferentes funciones. El primero se dedicó más a las compras, mientras que el segundo se orientó a las ventas, formando un binomio perfecto y bien avenido. Poco después se inauguró la tienda de Corregidor Francisco de Luján y el cash&carry para profesionales del Polígono de Guadalhorce (ambas en la ciudad de Málaga). En 1986 el negocio se amplió con la apertura de Herrajes Marbella. Y ya en este siglo, concretamente en 2004, El Metro se expandió fuera de la provincia malagueña con el establecimiento de Los Barrios, en Cádiz. En la actualidad, ya se ha incorporado la cuarta generación a través de tres hijos de José y Rafael, en concreto, Hugo, José y Pablo.

José Cuevas es capaz de pasar de un tema a otro sin transición, ha preparado a conciencia esta pequeña charla para no olvidar nada esencial. Detalla las diferentes fases por las que ha atravesado la ferretería en Málaga. De las dificultades de los años 40 y 50 se llega en la década de los 60 a la época de la construcción en la Costa del Sol y del turismo. “Esto supuso un problema, porque España no estaba preparada para esta demanda y las fábricas no tenían producción suficiente para atenderla.

Por eso, debíamos reclamar los pedidos continuamente”. Y añade: “La construcción ha sido el motor de la ferretería y lo sigue siendo, junto con el turismo”. Ante la tan anunciada actual crisis económica, José le resta importancia. “He vivido muchas crisis, he sufrido y he aprendido con ellas. Suponen una oportunidad. He pasado por crisis de falta de material, económica, de impagados... y ahora estamos en lo
que algunos han acuñado como ‘turbulencia financiera’. No existe peor enemigo para la economía que la incertidumbre, porque el miedo es un mal consejero”.

También hablamos de las ferias, en las que “se aprende mucho”. Recuerda la primera vez que fue a Alemania hace 30 años. “Aprovechando la celebración de la feria de Colonia, quise visitar un almacén de este país para ver cómo funcionaba. Un fabricante alemán de manillas se ofreció a llevarme y me cité con él a las 7 de la mañana. Salí del hotel con tiempo suficiente, dispuesto a llegar antes que él, como así ocurrió. Por supuesto, el alemán fue puntual. Aunque sólo tuve que esperar seis o siete minutos, como no llevaba abrigo adecuado y hacía mucho frío, me puse malo. Cómo sería, que cuando me vio el alemán lo primero que hizo fue llevarme a tomar algo caliente. Mi mujer todavía recuerda esta anécdota porque regresé enfermo a España”.

La evolución de algunos aspectos de la ferretería suscita una reflexión en José, por ejemplo, la logística. “En los años 40 utilizábamos las carretillas de madera y las cestas de mimbre para llevar los pedidos. A veces también se empleaba un carrillo de mano -alquilado-y carros tirados por mulos cuando la mercancía era más pesada. En los 60 se alquilaban triciclos y bicicletas con dos transportines (uno delante y otro detrás). Luego llegaron el motocarro y las camionetas. En los 70 pasamos a los camiones y los trailers, en los 80 a las paletas y transpaletas, y en los 90, a los containers (de 20 pies primero y luego de 40 pies) y las carretillas elevadoras. Ahora nos encontramos con los almacenes robotizados”.

También las unidades de medida han cambiado mucho, de las docenas y gruesas (doce docenas) a las decenas. Y, por supuesto, los clientes. “Son nuestra esencia. Se han ido adaptando a los nuevos productos y sistemas, pero siempre aprecian el mostrador como algo que facilita su elección. El cliente tiene muchas dudas, que se despejan en el mostrador. El contacto con el público y el mostrador son una escuela de psicología. Mantener el mostrador en la tienda es una decisión acertada”. La jornada terminó con una agradable visita guiada por el centro de Málaga, en la que José hizo de admirable cicerone transmitiendo a todos los que le escuchábamos -entre los que se encontraban Cristóbal y Toñi del Pino, de La Estrella- su pasión por esta ciudad.
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